Bienvenid@ a mi blog!!

En este espacio quiero publicar aquellas cosas que me parezcan interesantes, otras que me lleguen al corazón y algunas que pueda crear yo.

No creo, ni mucho menos, que sea una gran escritora, pero sí espero que poco a poco pueda interesar, llegar al corazón y entretener a todas aquellas personas que me lean.

Mila esker!!

Anetxu

martes, 27 de octubre de 2009

VASO MEDIO VACÍO O MEDIO LLENO


Neus era una mujer que vivía en un pequeño pisito a las afueras de Barcelona.
Tenía treinta y ocho años de los cuales doce llevaba casada con su marido
Sergi.
Era morena, de pelo rizado, tez blanca y ojos color miel, aunque quizá un poco
flaca para su gran altura. Siempre había sido una mujer hecha y derecha, con
sus inseguridades, pero con poder de decisión y mucha personalidad. Pero
todo ello antes de conocer a Sergi. Este era un ingeniero bastante apuesto, de
cabello rubio, ojos azules y cuerpo atlético, aunque tenía cara de niño para sus
cuarenta años recién cumplidos. Parecía que no había roto un plato en su
vida. Lo que cualquier madre desearía para su hija. Sin embargo, tras esa
máscara de crío angelical se escondía un hombre violento, posesivo y
perverso. Pero Neus no se dio cuenta de ello hasta el primer bofetón, cuando
ella apenas tenía veintisiete años. Y para entonces ya tenían a su niña de un
añito, Carlota. Ahora la pequeña tenía doce años y apenas recordaba haber
visto a su madre sonreir alguna vez.
Todo sucedió cuando Carlota se fue de colonias en el verano. Neus estaba
planchando frente a la televisión contando las horas que quedaban para que
Sergi regresara del trabajo. Cuando él no estaba era el único momento en el
que ella respiraba tranquila.
Tras planchar la última camisa de rayas azules de su marido se dirigió al baño
para darse una ducha y aliviar el calor que tenía. Primero se desabrochó el
vestidito de flores y lo dejó caer. Después se quitó la ropa interior y cuando se
disponía a adentrarse en la ducha reparó en el espejo que había a su lado. Se
miró el brazo derecho, amoratado en el hombro. Después su espalda,
amoratada en los riñones. También se vio cardenales en el muslo. Se miro la
cara y lo único que podía verse eran unas ojeras de treinta y seis años. Neus
rompió a llorar y fue dejándose caer lentamente por la pared hasta posarse en
la alfombra rosa situada bajo sus pies. ¿Cómo podía haber llegado a eso?¿Por
qué su marido que había prometido amarla y respetarla hasta el fin de sus días
estaba acabando con ella? De repente dejó de llorar pues el tiempo apremiaba
y su marido llegaría en veinte minutos. Quien sabe, quizá ese día estuviera de
buen humor y no se ensañaría con ella.
Se duchó, se puso el pijama y se fue a la cocina. Allí llenó un vaso con agua y
bebió un poco. Volvió a dejar el vaso en la encimera y lo observó. Entonces
pensó si el vaso se veía medio vacío o medio lleno. “Sólo es un vaso con
agua”, murmuró.
Instantes después entraba Sergi por la puerta y se dirigía a su habitación.
Cinco minutos más tarde entraba en la cocina con el pijama puesto.
Hola Neus, ¿qué me has preparado hoy para cenar? Espero que sea
algo rico porque llevo todo el día trabajando sin parar para que tú y
Carlota podáis vivir y no me apetecería nada tener que cocinar ahora.- le
espetó.
He hecho albóndigas con salsita como a ti te gusta- le dijo Neus con voz
temblorosa.
¿Albóndigas? ¿Te crees que unas míseras albóndigas me van a saciar?
¡Eres una estúpida, no sabes hacer nada! ¡Te pasas el día en casa
tirada en el sofá atiborrándote a comida y en el último momento cocinas
unas puñeteras albóndigas que si tuviéramos un perro ni siquiera él se
quedaría sin hambre!- gritó Sergi abalanzándose sobre su mujer.
Le soltó un puñetazo en el estómago y tras coger la humeante cazuela con
las albóndigas se las hecho por encima. Acto seguido y mientras Neus se
retorcía de dolor por la quemadura que le estaban haciendo, le dijo:
Limpia todo esto y dúchate que no me gustaría dormir hoy con una
apestosa. Ahora me haré una cena en condiciones. Es que no sabes
agradecer que te mantenga sin trabajar. Eres una egoísta.
Esa noche Neus apenas durmió, sólo pensaba en que tenía que aguantar
por su niña y daba gracias a Dios de que la ira de Sergi no se hubiera
volcado también sobre su hija. Pero algo empezó a rondarle por la cabeza,
algo que le asustaba mucho pero que a la vez le daba esperanzas. La idea
de coger a su hija y marcharse a algún lugar lejos de allí. Carlota llegaba al
día siguiente para la hora de comer. Él se iría a las diez de la mañana y no
volvería hasta las nueve de la noche. Tenía unas cuantas horas para hacer
las maletas y coger todo lo necesario para largarse de esa casa, de dejar
atrás esos años y comenzar a vivir. Pero para qué iba a engañarse, no era
la primera vez que esa idea aparecía en su mente. Cuando Sergi le rompió
la clavícula también lo pensó, pero al final no se atrevió. ¿Y si las
encontraba? Eso sería mucho peor, él ya se lo había avisado. En una
ocasión le dijo: “Si se te ocurre estar a más de un kilómetro de casa, te
mato”. Tras recordar ese pensamiento Neus cerró los ojos e intentó
dormirse, no quería recordar aquella frase.
A la mañana siguiente le hizo el desayuno a su marido y cuando este cerró
la puerta Neus se puso a limpiar la casa. Cuando fue a pasar la aspiradora
bajo su cama se topó con unas maletas. Eran sus maletas de viaje. De
repente se le abrieron los ojos y, sin pensarlo, murmuró para sí: “se acabó,
nos vamos esta misma tarde”. Casi se sorprendió a sí misma cuando
comenzó a meter la ropita de su niña en una maleta. Estaba recobrando su
poder de decisión. “Doce años son demasiados”, pensó.
Carlota llegó a la una y media del mediodía y cuando llegaron a casa Neus
la sentó en el sofá del salón y comenzó a decirle:
Carlota, hija mía. Vamos a hacer un viaje muy largo.
¿Nos vamos de vacaciones?- le preguntó ilusionadamente.
No exactamente. Nos vamos a ir tu y yo en el primer vuelo que
encontremos según lleguemos al aeropuerto. Me da igual el destino. No
iremos donde los abuelos porque allí sería muy fácil encontrarnos. Nos
esconderemos un tiempo hasta que piense en un sitio en el que podamos
vivir y donde yo pueda trabajar de profesora.
Carlota se quedó pensativa unos segundos y de repente localizó una
quemadura en el brazo de su madre.
De acuerdo mamá, allí papá no te pegará más.
Al instante Neus rompió a llorar y su hija la abrazó fuertemente.
Tranquila mamá, yo cuidaré de ti.
Eran las siete de la tarde y Neus esperaba la rutinaria llamada de su marido
que le hacía para saber si se encontraba en casa. Pero el teléfono no sonó.
Tampoco lo hizo a las siete y media y Neus comenzó a inquietarse. No sería
que...¡hubiese salido antes! pocas veces había ocurrido eso pero...era una
posibilidad. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Acto seguido cogió las maletas y a su hija y se apresuraron a salir de la casa.
En el portal Neus llamó a un taxi desde el teléfono móvil de Carlota, ya que su
marido le había prohibido tener uno.
Llega en cinco minutos- le dijo nerviosa a su hija.
Salieron del portal y a lo lejos vio una figura trajeada que se acercaba a la
casa.
Mamá ¿ese de allí no es papá?- le preguntó la niña.
¡Mierda!- chilló Neus.
Sergi aún estaba lejos, pero lo bastante cerca como para haberse percatado de
que su mujer y su hija se encontraban frente al portal rodeadas de maletas. Y
comenzó a correr hacia ellas. De repente llegó el taxi y Neus y su hija
empezaron a guardar las maletas como podían. El taxista salió del coche y le
dijo:
Señora ¿se encuentra bien? puedo ayudarla a meter las maletas.
¡Sí! ¡No hace falta gracias! ¡Usted siéntese al volante por favor y en
cuanto entre acelere!- respondió la mujer gritando y metiendo todo como
podía- ¡Carlota métete en el coche!
Neus acabó de guardar el equipaje y justo cuando iba a meterse en el coche se
dio cuenta de que su marido estaba a apenas diez metros de ella. Corrió como
pudo hasta la puerta del copiloto, cerró la puerta y gritó:
¡Arranque por favor!
Justo en ese momento, Sergi estaba junto al taxi que se incorporaba a la
carretera y Neus escucho tras ella:
¡Zorra! ¡Os encontraré!
Pero Neus miró hacia delante y sonrió, por primera vez en mucho tiempo veía
el vaso de la vida medio lleno y respiró tranquila. Entonces giró la cabeza, miró
a su hija y le sonrió. Carlota le devolvió el gesto con ilusión. Era la primera vez
que veía a su madre sonreír.

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